Por: Cesar Augusto Vazquez Lince
En el puerto de Coatzacoalcos, en Clínica 36 del IMSS, en vez de limpiarse la suciedad, la encubren. Todo bajo las órdenes del ingeniero Alfredo Espíndola, jefe del departamento de Higiene y Limpieza, quien ha hecho de este centro médico un pequeño feudo de simulación, abuso y negligencia.
Aquí no se prioriza la salud, ni la ética, ni mucho menos el trabajo digno. El personal está cansado de una rutina donde lo que importa no es el bienestar del paciente, sino que “todo se vea bonito” para las supervisiones. Maquillaje y escenografía de una limpieza que apenas llega a la superficie. Todo por órdenes de Espíndola, ese jefe que en lugar de trabajar, grita, acosa y protege el desorden.
Dicen trabajadores que el jabón llega contaminado con pseudomona, una bacteria peligrosa para la salud hospitalaria. Lo saben, lo han denunciado internamente, pero Espíndola prefiere callar, ignorar el problema y seguir con su campaña de “todo está perfecto” para sus superiores. ¿Complicidad? ¿Nepotismo? ¿Corrupción? Lo que sea, menos ética.
Mientras tanto, cada vez que se anuncia una supervisión o “visita importante”, llegan comitivas completas desde Orizaba, contratadas por fuera, para hacer el trabajo que deberían estar haciendo con personal local. Les pagan 2,600 pesos por día, cuando a los trabajadores de base ni las horas extra les reconocen. Eso sí: quieren que hagan de todo, incluso tareas que no les corresponden, a punta de gritos, amenazas y maltrato.
Y cuando una trabajadora osa pedir un permiso por vacaciones, la respuesta es tajante: no. El jefe lo niega todo, aunque él mismo se ausente con frecuencia para irse a hacer campaña política con la planilla verde, algo que por norma, al ser personal de confianza, tiene prohibido.
En lavandería, el agua inunda a diario y no mandan personal para atender la situación. Pero el ingeniero sí pasa lista: llega en la mañana, se da su “vuelta de supervisión”, y desaparece hasta la tarde, cuando regresa solamente a checar su salida.
Como si no fuera suficiente, mientras faltan medicamentos e insumos médicos básicos, la administración compra cunas de plástico innecesarias y decide tirar decenas de platos funcionales solo porque compraron nuevos. En el área de rehabilitación se repite la historia: bicicletas y equipos en buen estado serán desechados sin justificación.
El colmo: el camión de basura solo pasa una vez a la semana, lo que ha generado una infestación de ratas, palomas, cucarachas y fauna nociva en diversas áreas del hospital.
Y lo más grave: toda el área de fisioterapia fue contaminada con aguas negras debido a una inundación proveniente de la alberca. Los colchones quedaron empapados en residuos sanitarios, pero en lugar de desecharlos, los directivos ordenaron a los trabajadores que los limpiaran y los reutilizaran con pacientes, como si el riesgo de infección no existiera. Una barbaridad.
¿Quién pone orden en esto? ¿A cuántos más va a dañar esta estructura podrida de simulación, despilfarro y abuso?
En la Clínica 36, hay un olor a podredumbre que no se limpia con trapeador ni con jabón contaminado.


