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Por: Zaira Rosas
Carlos Manzo fue uno más de los alcaldes que se sumó a la lista de ejecutados y abatidos por el crimen organizado, sin embargo, su muerte no quedó como un titular más, desde el pasado 1 de noviembre, después de recibir múltiples balazos en medio de un evento público, frente a su familia y la comunidad, su muerte resuena como una señal de desencanto ante la constante inseguridad del país.
Su trayectoria era una oposición en sí, pues, aunque formó parte de Morena por corto tiempo, también mostraba una clara oposición a estrategias de seguridad, pues su vida estuvo ligada en todo momento a múltiples eventos trágicos como la pérdida de familiares y toparse constantemente con cuerpos inertes a manos de grupos armados. Su propia historia fue la motivación para desear un espacio distinto para nuevas generaciones, la seguridad era su prioridad y sabía el riesgo que conllevaba.
Ahora su muerte es el símbolo de procesos de reclutamiento juvenil por parte del crimen organizado, quien le disparó ni siquiera cumplía con la mayoría de edad, prueba constante de cómo el crimen organizado busca múltiples maneras de adiestrar a niños y jóvenes, quienes de igual forma terminan perdiendo la vida.
Carlos conocía las formas de operar, sabía que Michoacán era un terreno fértil agrícola, pero también para la delincuencia y de ahí que sea un territorio constante en disputa por los cárteles. Quien fuera alcalde de Uruapan había mostrado públicamente su desencanto con el gobierno en turno y tenía su propio movimiento, el del sombrero, mismo que hoy en día surge como una posible oposición. En 2024 demostró que las candidaturas independientes podían vencer al movimiento de regeneración nacional que, si bien había ganado fuerza a lo largo y ancho del país, también hubo al menos 11 alcaldías independientes en México que buscaban nuevas alternativas.
Recién celebrada la llamada marcha de la generación Z, esta surge como un nuevo llamado de hartazgo sobre la violencia y la inseguridad, utilizó el sombrero como símbolo de esperanza, pidió a las autoridades justicia sobre el asesinato de Carlos Manzo, uno más de tantos servidores públicos que son abatidos a manos del crimen organizado, sin embargo, en la marcha no solo hubo jóvenes integrantes de la generación Z, la marcha fue multigeneracional, pues el llamado de atención fue colectivo.
¿Fue una marcha organizada por la oposición? Es posible que sí, un espacio aprovechado por partidos que llevan años queriendo retomar el rumbo y aprovechan cualquier oportunidad para señalar las fallas del gobierno en turno, pero también es cierto que la respuesta al llamado no es por desinformación, es por la necesidad de un gobierno mejor que parece no presentarse bajo ningún color. Hay un desencanto colectivo de quienes veían esperanza en un gobierno del pueblo y que al igual que los anteriores solo se ha servido del pueblo, principalmente en los niveles locales donde el pueblo viste Carolina Herrera, derrocha opulencia en lugar de austeridad y con sobrada soberbia se saben protegidos por un partido más.
La marcha del fin de semana tendrá su interpretación según el cristal con que se mire, desde la represión que días antes acordonó la capital o de quienes se quedan con disturbios generados por personas que incluso podrían no haber sido realmente partícipes de una marcha o quizás representa un llamado de ayuda de un porcentaje que vive en total amenaza por crímenes que no se resuelven y en medio de un país donde persiste la impunidad.
Si incluso la presidenta es víctima de acoso ante los ojos públicos, si la seguridad de quien cuida del país también está amenazada ¿no debería ser un llamado de auxilio para todos?, la marcha puede pasar como una más, al igual que lo pudo ser el asesinato de Carlos Manzo, sin embargo, de pequeños eventos suceden grandes cambios y mientras haya quien se sume a la lucha quizás el desencanto se pueda transformar en una verdadera acción de cambio. zairosas.22@gmail.com

