Por: Zaira Rosas
Las lecciones más grandes de la vida, son aquellas que recibimos de otros, aquellas que sin tener que vivirlas nos llenan de ilusiones o aprendizajes, nos brindan nuevos panoramas y perspectivas. Si los otros son semejantes a nosotros, probablemente se trate de lecciones que eventualmente tendremos que experimentar, pero cuando los otros son de otra generación, el espectro de conocimiento se extiende y me atrevo a decir que incluso abarca otras vidas.
Así es convivir con personas mayores, quienes nos hablan de un mundo que ya no parece el nuestro, de sus vivencias y valores, que, al compartirlos, aunque disten mucho de los propios sí podemos entender parte de nuestro entorno. Al escuchar historias del ayer las paredes de grandes edificios cobran mayor significado, entiendes sus colores, percibes con mayor certeza ciertos olores y comprendes por qué fueron así los grandes amores.
En cambio, escuchar a alguien más joven es llenarte de vida, poder vislumbrar el futuro y sobre todo contar con la oportunidad de moldearlo para que lo que ocurra mañana sea mejor. Tuve la oportunidad de convivir con jóvenes de preparatoria durante una semana entera y platicar con ellos horas enteras de los temas más casuales y aún así trascendentales. Gracias a ellos comprendí que su generación no se preocupa por el gobierno, pero sí de las políticas, que ya no creen en las personas, sino en sus acciones, que no buscan modelos, quieren historias y cada día viven por ellas.
Viven de sueños e ilusiones cargados de libertad, esta palabra me atrevo a decir que es la que más les representa, pese a vivir en una era de encierro con múltiples retos en puerta, son capaces de hacer de 4 paredes un espacio de plenitud y expresión. Hay quienes los describen como despreocupados o que nada les importa, pero esto último es lo más alejado de lo que pude percibir, sólo que sus preocupaciones son otras.
Les preocupa un mundo más feliz, verde, con mayor empatía y convivencia con el otro, son más abiertos, pero a través de los canales de comunicación que ellos determinan. Hablar del mundo bajo las perspectivas de otros les puede generar ansiedad, sin embargo, comparten su visión a través de videos, bailes, juegos y otras formas de expresión.
La familia en la que muchos de ellos han crecido dista mucho de lo tradicional, por ello entienden sin mayor complejidad la diversidad, la apoyan e incluso defienden porque es parte de su mundo. Lejos quedó para muchos la figura de papá y mamá, son otros familiares sus seres más cercanos, vislumbran la necesidad de un trabajo, pero no sólo para subsistir, lo hacen para vivir, para crear y compartir con los demás una nueva forma de vida.
Tenemos mucho que aprenderles, pues para ellos entender el feminismo, la diversidad sexual o la libertad de elección personal no tiene ninguna complicación, para ellos es claro brindar el mismo respeto y atención que reciben. Son ejemplo de dinamismo, de creatividad e intensidad, pues por tratarse de mentes jóvenes son el reflejo de todo lo que absorben, de ahí la importancia de siempre conectar entre generaciones.
Para inculcar en cada uno de ellos los valores que queremos ver reflejados el día de mañana, los jóvenes son la oportunidad para crear un mejor entorno, sembrar en ellos la capacidad de resolver con creatividad todo tipo de problemas, brindarles oportunidades de crecimiento, preparación para lo retos y sobre todo comprensión a sus ideas. Si hoy comenzamos escuchando con presteza sus inquietudes y emociones, mañana cosecharemos un brillante futuro.
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