Clara García Sáenz
Dicen que la abeja es la más importante del reino animal, porque ella poliniza, pero yo creo que es la gallina. Porque sin ella no tendríamos caldito de pollo para aliviar nuestras penas, quitarnos el frío o curarnos un catarro.
De todos los animales domésticos, la gallina es el único animal productivo. Además, quién no se come un huevito “aunque sea”, cuando no sabemos o no tenemos que comer. La gallina (incluyendo a gallos y pollos) vive entre nosotros casi de forma imperceptible y es parte del paisaje.
Hace algunos meses adquirí 10 gallinas como parte de mi terapia de confinamiento, desde hace algunos años quería tener algunas para que produjeran el huevo que consumimos en casa. Pero el trajín laboral nunca me había permitido concentrarme en ese proyecto.
Cuando llegaron las gallinas, el técnico me dijo que eran ponedoras, que no se encluecaban porque genéticamente esa raza había sido modifica para que solo produjera huevo, cosa que de entrada me pareció horrorosa, porque yo siempre creí que solo había un tipo de gallinas.
Después se me informó que tenían que estar vacunadas, fueron entonces vacunadas, me dijo que tenían una alimentación especial, les compré el alimento adecuado, luego que necesitaban estar vitaminadas, se les compraron las vitaminas, después que con el frío habría que cuidarlas en extremos porque eran muy delicadas y que a algunas les podía dar gripa, se les compró el antibiótico.
En fin, las gallinas muy apapachadas, pero mi hermana comentó que tenerlas salía muy caro, lo pensé por varios días y encontré la respuesta adecuada, un perro o un gato, los mismos periquitos australianos que mi mamá ha tenido por años son animales de ornato, no producen y se gasta en mantenerlos y no aportan al almuerzo diario.
Pero además las gallinas son un elemento básico del paisaje, tanto rural como urbano; el otro día le pregunté a mi vecina que cuantas gallinas tenía, me dijo que no sabía porque como las traía sueltas y se salían a la calle terminaban confundiéndose con las de la cuadra y que cuando salía una gallina con pollos ya nadie sabía de quien eran; esa respuesta me pareció una verdadera declaración del significado de comunidad, insistí ¿y se las comen? A lo que respondió en tono de obviedad “Ay Maestra, como cree si no se dejan agarrar”. Entonces comprendí que eran una especie de mascotas.
Hace algunos años el gobierno del estado emprendió un programa donde se les regalaba a las señoras que estaban en los programas sociales 10 gallinas, un bulto de alimento y un gallinero, el proyecto intentaba que a través de la producción de huevo tuvieran ingresos económicos, el programa fracasó, por lo menos en mi barrio, porque a las beneficiarias se les murieron las gallinas, se las comieron en caldo, las soltaron y terminaron incorporándose a la comunidad o simplemente se mataron entre ellas por vivir hacinadas en los pequeños gallineros.
Muchas pudieran ser las razones del fracaso de ese programa, pero ahora me entero con mi corta experiencia avícola que hay, según la FAO, 2629 razas domésticas, de las cuales 742 son americanas, 1347 europeas y 32 españolas. Las hay ponedoras, de engorda y ornamentales, y muchas solo son utilizadas para exhibiciones.
De tal forma que todo este mundo complejo de las gallinas, no existe para quien está acostumbrado a verlas como parte del paisaje cotidiano, es decir, gente como mis vecinas o yo. Por eso cuando hay que atender a una gallina con tantos cuidados parece inaceptable, innecesario, irrelevante.
Sin embargo, es fascinante cuando uno se adentra a ese mundo de conocimiento avícola, más allá del momento crucial y emocionante en que uno va a recoger los huevos; descubro que este es un mundo feminista, porque lo único que se valora es a la hembra, y los machos por más que canten, solo puede existir uno por gallinero, es el primero que muere si hay que defender el corral y las gallinas pueden poner huevos con o sin gallo. Además, cuando nacen los pollos, si hay más de un macho, se le sacrifica o se regala.
Recuerdo que cuando llegué a Victoria a estudiar en la universidad, vivía en el primer cuadro de la ciudad y me llamaba la atención el cantar de gallos diariamente en cantidad, porque según yo, eso solo se escuchaba en el pueblo, con el pasar de los años descubrí que era muy común que la gente tuviera gallineros dentro de la mancha urbana y no por la producción de huevo o carne, sino solamente porque las gallinas forman parte del paisaje y nos hacen felices.
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