Por: Zaira Rosas
Cuando Jorge Luis Borges escribió el Jardín de senderos que se bifurcan pensó en el tiempo como su principal protagonista, un cuento que hace referencia a una historia que no tiene fin, donde la trama cambia, regresa, personajes se enfrentan y renacen. No es casualidad que también el autor sea conocido por técnicas narrativas como la caja China, por ello mi elección del título, porque para mí, ahí está el comienzo de los senderos que ahora hemos de recorrer dentro de un laberinto infinito buscando una salida.
El laberinto lo enfrenta el mundo entero, un virus ha desafiado a nuestros gobiernos y a la población general para ver qué es lo que resulta de nosotros. Sólo hay dos vías, la segmentación o la solidaridad. En México la división era clara desde antes y la llegada de un nuevo ente a través de sus fronteras puede polarizar aún más o generar un cambio desde sus entrañas que nos ayude a desarrollar nuevas propuestas y estrategias.
No hablaré de las medidas de prevención porque esas están por demás difundidas, hablaré de lo que corresponde una vez aterrizado “el bicho” como algunos le han llamado. La vía más oportuna es la de la unión. Es innegable que esta Pandemia nos afectará a todos, algunos serán contagiados, pero todos sufriremos las consecuencias. Habrá desempleo, aumento en los costos de productos básicos y la única forma de salir es a través de la solidaridad.
Este virus es clasista en su origen, al menos para los mexicanos, porque los primeros contagios iniciaron con aquellos que tienen la posibilidad de viajar al extranjero, sin embargo las consecuencias no van a distinguir niveles socioeconómicos, por ello es indispensable que los diversos estratos se apoyen, que entendamos que para cuidar de uno mismo hay que cuidar de otros. Mucho tendremos que aprender sobre economías solidarias, sobre el desarrollo creativo de nuevas estrategias.
De este periodo surgirán nuevos líderes o regresarán los que por un tiempo se alejaron. Ya emitió un mensaje acertado Ricardo Anaya donde de manera clara difundía lo que ya se nos había dicho previamente pero que aún no logramos entender. Estos serán tiempos difíciles pero todos podemos aportar algo. Quedarse en casa no está en la posibilidad de todos, pero sí es responsabilidad obligatoria de quienes pueden hacerlo. Los mismos que tienen la facilidad de trabajar desde el hogar, de continuar recibiendo un sueldo tendremos la responsabilidad de ayudar a los pequeños comercios a salir adelante.
Los tiempos que vendrán podrán parecer eternos, pero también nos recordarán que nada somos sin los demás, demostrarán que algunos les sobra lo que a otros les falta, tendremos la obligación de velar por los demás y tenemos que aprender a ser empáticos, volver a nuestras raíces donde el consumo local era nuestra primera opción. Aprendamos a vivir en tribu y crear comunidad.
Las estampitas no van a protegernos de una situación que impacta a la economía mundial, pero sí la creencia colectiva de hacer de nuestro entorno algo mejor. Dejemos de lado el afán de criticar estrategias o de responsabilizar a otros de medidas que podemos tomar desde lo individual. Aportemos desde lo que se pueda y hagamos de México un país más horizontal.
Acatemos lo establecido por las autoridades sin olvidarnos de nuestras capacidades y obligaciones individuales. El virus podrá ser el mismo en todo el mundo pero la situación de cada país es diferente, aquellos con posibilidad de cruzar fronteras serán los primeros en tener la obligación de resguardar a su nación, de hacer a un lado las ganancias personales para poder mantener a la sociedad en condiciones estables. Esas son las medidas que tenemos que imitar de otros países. Cuidémonos entre todos.
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